En febrero de 2010, David Crespy apea las ruinas y los pequeños pasajes de la ciudadela inca. En el corazón del sitio, observa la presencia de una “puerta” extraña, situada al pie de uno de los principales edificios que dan hacia un pequeño pasillo que nunca toman los turistas, ni hasta los arqueólogos. Para él, no había ninguna duda: se trataba de una entrada sellada por los Incas. Y esta entrada debía llevar en alguna parte. Advierte de eso inmediatamente a los arqueólogos y a los responsables de Machu Picchu. Conducidos hasta el lugar, estos últimos parecen interesados y prometen a David Crespy de realizar investigaciones más amplias sobre el lugar. Además, lo tendrán informados. Pero los meses pasan y David Crespy, a pesar de numerosas reactivaciones, no recibe ninguna noticia de Perú y de su posible descubrimiento. En agosto de 2011, encuentra por casualidad un artículo de la revista francesa Le Figaro Magazine que evoca las investigaciones en Perú de Thierry Jamin. Entra en contacto en seguida con él.
Informado del asunto, Thierry Jamin, que se interesó por numerosos sitios en contexto funerario al norte de Cusco, confirma las observaciones de David Crespy. Acompañado por arqueólogos, se rinde varias veces a Machu Picchu, entre septiembre y noviembre de 2011, hasta el lugar indicado. Sus conclusiones preliminares son categóricas: se trata bien de una entrada, tapada por los Incas en una época aun indeterminada. Ésta se emparienta de manera extraña con la de un sitio funerario, tales como Thierry Jamin y sus compañeros lo encontraron a menudo en los valles de Lacco – Yavero y de Chunchusmayo.
¿Una puerta secreta?
El contexto general de esta “puerta”, acondicionada en el centro de uno de los principales edificios de la ciudadela, el “Templo de las Tres Puertas“, dominando el conjunto del sector urbano, hecho creerle a Thierry Jamin que se trata sin duda alguna de un sitio funerario de primera importancia.
Gracias a David Crespy, el investigador francés piensa haber localizado la entrada de una sepultura importante (y posiblemente real) en el corazón de la ciudad inca. El “Plan Maestro” de Machu Picchu (se trata de un documento de referencia, realizado por las autoridades peruanas para la gestión de la ciudadela inca) considera el edificio como una Kallanka (sic), o albergue, de época inca. Pero esto no parece corresponder a la configuración general del sitio, localizado a dos pasos de la entrada principal de la ciudad, a la vertical del “torreón” -una reproducción miniatura del Qoricancha de Cusco-, de la supuesta “Tumba Real” (así definida por Hiram Bingham) y en el camino hacia el sector religioso.
La tradición y varias crónicas, como la de Juan de Betanzos, dicen que Machu Picchu pertenecía a la panaka (descendencia, o linaje) del emperador Pachacútec, el Inca que transformó el pequeño Estado andino en el más poderoso imperio del continente americano. La tradición también afirma que habría sido inhumado en la ciudad de Patallacta, el nombre original de Machu Picchu. Es muy posible que esta cámara funeraria pertenezca a este soberano del siglo XV. Sería un gran acontecimiento para la historia de Perú y de América precolombina. En efecto, aún no hemos encontrado ninguna momia de Sapa inca. ¡Sería un precedente histórico!
El 22 de marzo de 2012, por su Resolución Directoral Nacional, N° 144 – 2012 – DGPC – VMPCIC / MC, el Ministerio peruano de Cultura le da su luz verde al equipo de Thierry Jamin para realizar una serie de resonancias electromagnéticas destinadas a confirmar, o no, la presencia de un cámaras funerario, en el subsuelo del edificio N° 02, del Sector 02, subsector E, Unidad 03, de la ciudad perdida.
Las medidas revelan una cavidad subterránea
Realizadas del 09 al 17 de abril del mismo año, estas resonancias van a confirmar la presencia de varias cavidades subterráneas bajo el edificio en cuestión. El equipo de investigación llega a confirmar la existencia de dos entradas, situadas detrás de la famosa puerta, gracias a la utilización de un georadar Golden King DPRP. Los investigadores llegan también a conseguir la imagen en 3D de una escalera conduciendo hacia una sala principal: ¿una cámara funeraria?
Algunos días más tarde, nuevas resonancias, realizadas con utilización de un Rover CII New Edition y de un CaveFinder, cuyas especificidades técnicas precisamente son la detección de cavidades subterráneas, igualmente confirman la presencia de una escalera, de numerosas cavidades, de los que están una sala cuadrangular importante, de cerca de tres metros de lado, dirigida hacia el norte-sur este-oeste.
Los georadares también van a detectar la existencia de metales en gran cantidad. Los depósitos localizados son generalmente asociados con las cavidades descubiertas. El manejo de un Discriminador de Frecuencias Molecular, va a poner en evidencia la presencia de objetos de oro y plata.
Finalmente, la utilización de una cámara endoscópica, introducida en los terraplenados que ocultan la entrada, confirma la hipótesis según la cual los bloques de piedras y el tapiado dispuestos en la entrada del edificio tenían sólo la función de ocultar el acceso hacia las gradas y no la de sostener las estructuras internas del edificio.
Parece que Thierry Jamin y su grupo no se hayan equivocado. Las resonancias electromagnéticas son formales y los diagnósticos realizados por los técnicos de las diferentes empresas contratadas por el instituto Inkari – Cusco, están sin equívoco. El conjunto de las cavidades descubiertas parece corresponder a un patrón funerario clásico de la época prehispánica. La entrada está dirigida hacia el este, tal como la gran mayoría de los sitios funerarios precolombinos.
Según toda probabilidad, se trata bien de una puerta, cerrada por los Incas, para ocultar algo obviamente de muy importante. Aquí se esconde posiblemente el tesoro arqueológico principal de Machu Picchu. La hipótesis sostenida por Thierry Jamin avanza que podría tratarse de un Mausoleo, el que el emperador Pachacútec se hizo construir en el siglo XV para depositar allí su sepultura y la de su descendencia.